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De la explotación a la armonía: la búsqueda de equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.





La historia de la humanidad, en los últimos 300 años desde la revolución industrial, se ha traducido en guerras, hambre y devastación ecológica. Basados en la búsqueda de poder por los hombres que dirigen las naciones del mundo.


El oro, el petróleo, los diamantes, y el agua, como recursos naturales de la tierra, se han convertido en objetivo de explotación de las grandes naciones, para saciar la sed de objetos materiales, olvidando nuestra conexión directa con el mundo materia, creando destrucción en los sistemas naturales y en nuestro interior.


Y aunque la conciencia en el profundo del corazón nos ha llevado a mirar como las industrias que nos proveen diariamente de alimentos, vestuario y fármacos mantienen prácticas predadoras que han llevado a la ruina a comunidades y países enteros, seguimos en el afán por consumir algo nuevo siempre.


Este consumismo excesivo e innecesario es una consecuencia de nuestra desconexión con la naturaleza y con nosotros mismos, es el resultado de la separación que sentimos los humanos, de nuestra esencia, de nuestro origen, de donde venimos como especie y nuestra relación como parte de la creación.


Esta realidad puede ser vista como la mayor causa de los grandes problemas sociales que sufrimos, el hambre, la inseguridad, la violencia, la discriminación, la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la depresión y la drogadicción.


Esta verdad, que brilla como el sol para todos, hace un llamado a la conciencia humana, pues desde la conciencia y la transformación de nuestras acciones logramos reivindicar los daños que hemos causado a la naturaleza y a nuestra sociedad. Abriendo los ojos y tomando las decisiones del día a día que crean el mundo que soñamos como sociedad.


Retornar a nuestro centro, a la verdad que nos hace hijos de la madre naturaleza, divinos y perfectos, reconociendo nuestro origen, puro y sano, nos da la oportunidad de reivindicar nuestras acciones y vivir la armonía en nuestro Ser; sin la necesidad de constante búsqueda de satisfacción externa a los vacíos que solo llena la conexión profunda con la creación desde nuestro interior.





 
 
 

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